Historia de la creación del Club Deportivo 11 de Febrero
El 11 de febrero quedó grabado como el día en que nació un sueño deportivo: un club que buscaba unir a jóvenes y familias a través del juego, la disciplina y la camaradería. En ese esfuerzo inicial, tres figuras destacan como pilares: Martín Ñazzo, Franco Victorio y Gabriel Victorio, cada uno aportando desde su rol una pieza clave para hacer realidad esa visión.
Martín Ñazzo fue el motor impulsor de la iniciativa. Con una fe inquebrantable en la capacidad de los jóvenes para transformar su entorno, Martín convocó y reunió, gestionó los primeros apoyos. Su habilidad para ponernos en común el objetivo convirtió el proyecto en una realidad palpable: un lugar donde entrenar, competir y crecer como personas.
Franco Victorio asumió la responsabilidad de la educación física como eje central del proyecto. Su experiencia y su método fueron mucho más allá de las rutinas; Franco entendió que el deporte es una herramienta para construir hábitos, valores y autoestima. Bajo su guía, los primeros entrenamientos combinaron técnica, esfuerzo y juego limpio, sentando las bases de una cultura deportiva sana dentro del club.
Gabriel Victorio, como director técnico, aportó la visión estratégica del juego. Su perfil técnico se tradujo en planes de entrenamiento, análisis de rendimiento y una ética de trabajo que motivó a los jugadores a superarse. Bajo su dirección, los equipos comenzaron a conocerse entre sí, se definieron sistemas de juego y se establecieron normas que favorecieron la cohesión del grupo.
Juntos, estos tres protagonistas dieron forma a un club que no solo buscaba ganar partidos, sino formar personas. El Club 11 de febrero dejó de ser una fecha en el calendario para convertirse en un símbolo de esfuerzo compartido y de la posibilidad de construir un futuro mejor a través del deporte.
